Obel: hasta luego, Obel

Siendo Tristán tan extrovertido como era, y lo era en grado sumo, la granja de Obel siempre le resultó una especie de jaula, un lugar demasiado solitario donde no había gente de su edad con quien pudiera relacionarse ni sitios para salir. Toda su adolescencia estuvo marcada por las limitaciones que le imponía Obel y las tareas relativas al tipo de vida que sus padres habían elegido. Le gustaban el aire libre y la vida sana, pero pasarse la vida arrancando malas hierbas y vendiendo hortalizas no era precisamente su futuro ideal.

La universidad fue su vía de escape.

En el instituto había sacado buenas notas, pero lo cierto es que Tristán no sentía verdadera vocación por nada. Se matriculó en Ciencias Políticas como podría haberlo hecho en cualquier otra cosa y nunca fue un universitario aplicado: ¿para qué estudiar cuando puedes ponerte en la cabeza la pantalla de una lámpara y bailar por los pasillos?

Al poco tiempo de llegar a la residencia de estudiantes conoció a Raquel Tejado, que ocupaba una habitación en su mismo pasillo, dos puertas más allá de la suya. Por alguna razón inexplicable, a Raquel le gustaba mucho Tristán y se lanzó a por él… salieron juntos durante un tiempo, o lo que es lo mismo, hasta que Tristán conoció a Isabel Darga.